La dermatitis atópica es una enfermedad muy frecuente en nuestro medio y cada año diagnosticamos más casos. Según publica la revista Pediatric Dermatology, la dermatitis atópica se ha duplicado en los últimos 20 años, sobre todo en países desarrollados y medio urbano. Es sin duda, el problema más frecuente en nuestra consulta de Dermatología Infantil. Y es que en nuestro país, aunque no disponemos de datos exactos, se calcula que podríamos tener cerca de un 30% de niños menores de 10 años afectados.
Más allá de las manifestaciones clínicas, la atopia es un problema que afecta al niño, a los padres y a todo su entorno, incidiendo de forma negativa en su calidad de vida. Por este motivo los dermatólogos pediátricos debemos, no sólo conocer la enfermedad y las opciones de tratamiento, sino trabajar de forma activa en mejorar la calidad de vida de los niños y sus familias.
Los padres suelen preguntarse si existe una forma de prevenir la dermatitis atópica, sobre todo cuando tienen un hijo afectado y esperan otro o éste aún no ha mostrado manifestaciones propias de la atopia. También en los casos en los que hay varios miembros de la familia afectados por esta enfermedad.
En este sentido, dado que no disponemos aún de tratamientos efectivos para curar la enfermedad, los dermatólogos pediátricos buscamos estrategias de prevención para poder mejorar la calidad de vida de los niños y de sus padres.
Cómo podemos prevenir la dermatitis atópica
El enfoque de la atopia debe ser proactivo, es decir, debemos adelantarnos al brote. Dado que el 60% de las dermatitis atópicas se manifiestan durante el primer año de vida, es en esta etapa donde deberían centrarse las medidas preventivas, además es importante señalar que los primeros años del niño coinciden con la atopia más severa.
Cuando hablamos de prevención podemos actuar de dos maneras sobre la enfermedad: O bien evitamos su aparición o bien actuamos mediante un tratamiento precoz para que disminuyan las complicaciones y la gravedad de la afectación.
La influencia de la genética es muy importante, pero también influye de forma determinante el ambiente en el que el niño se desarrolla. Varias teorías apuntan a que si los niños se exponen desde el nacimiento a menos agentes (virus, bacterias, polvo, ciertos alimentos, animales…) que hagan madurar su sistema inmunológico, éste es más propenso a desarrollar respuestas anómalas, entre ellas la dermatitis atópica. La prevención en este caso, consistiría en moderar el “exceso de higiene” en el que se desarrollan nuestros niños.
Otro dato interesante en cuanto a la prevención de la dermatitis atópica es la posibilidad de que ciertas modificaciones en la dieta de las mujeres embarazadas pudieran ser útiles en evitar que sus hijos desarrollen la enfermedad, como el aporte de ácidos grasos, vitamina D o probióticos que modifiquen la flora intestinal. Hay varios estudios en este campo pero los resultados en algunos casos no son concluyentes y en otros casos son contradictorios. Por este motivo, aún es pronto para poderlo incorporar en la práctica diaria.
Sin embargo, hemos realizado importantes avances en la prevención secundaria, es decir, una vez que identificamos que el niño es atópico actuamos para evitar que desarrolle formas graves de la enfermedad.
Para lograr este objetivo, los dermatólogos infantiles trabajamos en dos áreas fundamentales: el tratamiento precoz de los eccemas y el fortalecimiento de la barrera de la piel con emolientes especialmente indicados para la dermatitis atópica. Respecto a este punto, los resultados de un estudio reciente apuntan a que la hidratación desde el nacimiento puede prevenir el desarrollo de dermatitis grave en lactantes. El estudio incluyó un total de 124 recién nacidos de EEUU y Reino Unido, todos ellos en riesgo de desarrollar dermatitis atópica por tener varios miembros afectados en la familia con asma, alergia y/o atopia y se observó una reducción significativa en la incidencia de dermatitis a los 6 meses en el grupo tratado frente al control.
Aún son necesarios muchos avances en este campo, pero el futuro es prometedor, porque cada vez conocemos mejor los diferentes mecanismos que producen la dermatitis atópica y por tanto podremos adelantarnos a sus manifestaciones.
Originalmente publicado en Grupo Pedro Jaen