Después del verano es frecuente que aparezcan manchas nuevas en cara y escote o se oscurezcan las ya existentes. Comúnmente se suelen denominar manchas” de la edad”, o manchas “de sol”, mientras que los especialistas empleamos el término lentigo (del latín, lentem o lenteja) cuando mencionamos estas manchas.
La causa de la aparición de los lentigos es un aumento de melanina (pigmento que da el color oscuro a la piel) debido a la radiación ultravioleta que acumulamos a lo largo de los años.
También pueden aparecer después de quemaduras solares intensas. Sólo en escasas ocasiones los lentigos pueden presentar alteraciones en su estructura y relacionarse con lesiones pigmentadas malignas.
El lentigo maligno melanoma afecta a personas de edad avanzada y se localiza principalmente en zonas fotoexpuestas (cara, cuello y dorso de manos). Esto es debido a que en este caso el principal agente etiopatogénico es el efecto acumulativo de las radiaciones solares, aunque también pueden intervenir otros factores.
Los lentigos son de color marrón claro u oscuro, con distribución homogénea del pigmento. Los bordes son redondeados. Aparecen en las zonas del cuerpo más expuestas al sol como antebrazos, escote, dorso de las manos y cara. Una de las características que los diferencian de los lunares o nevus es la ausencia de relieve y el color uniforme.
Este tipo de manchas suele aparecer a partir de los 40 años y no debe confundirse con otras causas de pigmentación, como el melasma, de bordes más imprecisos y pigmento más profundo o las originadas por ciertos medicamentos.
Estas manchas deben ser examinadas por un especialista en Dermatología, el cual indicará la actitud más correcta a seguir. Por lo general no suponen ningún problema de salud, salvo ser indicadoras de envejecimiento y de exposición solar crónica, pero en algunas ocasiones podrían malignizarse. Debido a este motivo es importante realizar un seguimiento periódico por parte del Dermatólogo.
De hecho, aunque la inmensa mayoría de lentigos son benignos, en ocasiones el diagnóstico precoz de una lesión maligna puede resultar un desafío incluso para profesionales muy bien entrenados. En un artículo reciente, investigadores de la Harvard Medical School nos alertan sobre este aspecto e inciden en la importancia de acudir a centros acreditados que cuenten con especialistas en Dermatología que revisen las manchas antes de realizar cualquier tratamiento con fines estéticos, dado que estos procedimientos (dermoabrasión, láser) eliminan las lesiones por completo, siendo imposible un estudio anatomopatológico posterior.
Aunque no supongan enfermedad alguna, podemos hacer desaparecer estas manchas de forma sencilla, con fines estéticos. Este tratamiento es altamente demandado, tanto por hombres como por mujeres.
Las fórmulas magistrales a base de hidroquinona y otros despigmentantes pueden ayudar a aclarar estas manchas, pero no se eliminan de forma completa. El ácido retinoico es un buen aliado en combinación con despigmentantes tópicos y láser.
Entre las alternativas, el láser destaca como la mejor opción que podemos ofrecer, ya que elimina las manchas de manera eficaz, precisa y sin dejar cicatriz. El desarrollo de láseres de pulso corto, específicos para el pigmento (Láseres Q-Switched) nos permite tratar las lesiones pigmentadas con gran selectividad y bajo riesgo de complicaciones.
Si al tratamiento láser dirigido al pigmento añadimos una o dos sesiones de láser ablativo superficial (erbio) los resultados serán más satisfactorios, generalmente cuando tratamos amplias superficies como el escote
Para prevenir la aparición de estas manchas es necesario usar ropa para proteger la piel, aplicarse cremas fotoprotectoras en las zonas del cuerpo expuestas al sol y evitar las horas en las que las radiaciones solares son más intensas (entre las 12 y las 16 horas). En invierno resultan buenas aliadas las cremas hidratantes faciales con filtro solar.